jueves, 1 de julio de 2010


En todos los telediarios de ayer se vio la asamblea de los trabajadores del Metro, que pena sentí. Compañeras y compañeros, gritaban, unidad, ni un paso atrás, tenemos todo el derecho, a muerte todos juntos. Qué tiempos.
Sobre la cabeza de los trabajadores del Metro reunidos en asamblea soberana pesaba el encabronamiento colectivo de todos los usuarios del transporte publico, convertidos en rehenes de una huelga sin servicios mínimos.
Los huelguistas, además, han recurrido a la violencia para impedir trabajar a sus compañeros del Metro-ayer cuatro resultaron heridos en un acto vandálico de piquetes- y empleando un lenguaje intimidatorio con expresiones como <>. Sera inaceptable que no les pase nada a quienes han violado la legalidad a cambio de cumplirla ahora con la amenaza de volver a la huelga salvaje si se les toca un pelo.
Tal vez, "compañeras y compañeros" del Metro de Madrid, no os hayáis dado cuenta de que esta crisis no es una crisis cualquiera, "quizás por que vosotros como funcionarios tenéis el curro asegurado" o quizás penséis que los sacrificios son cosa de otros. Miles de trabajadoras y trabajadores se han ido a la calle y hay siguen, sin ni siquiera poder coger el Metro, miles de autonomos han cerrado su empresa. Claro que es injusto que los trabajadores tengan que pagar una crisis provocada por la especulación financiera y los muchachos de las escuelas de negocios. Pero los responsables de los que nos pasa a todos viajan en coches oscuros con los cristales tintados. No los encontrareis en un vagón de Metro. Y si la finalidad es fastidiar a Esperanza Aguirre, vais por mal camino, ella es una admiradora de Margaret Thacher.